Mi muy querido lector, imagínese
qué sería del mundo si todos fuéramos francos y sinceros, o que nos hiciéramos
responsables de nuestros actos, la verdad creo que la vida se complicaría aún
más ya que hay muchas mentiras que mantienen unido al mundo, sin embargo
también sé que hay otras que lo separan, pero eso es como dicen “harina de otro
costal”.
Hay ocasiones en las que no debemos
de dar explicaciones del porque hacemos las cosas que hacemos, a veces es
irracional, a veces es lo suficientemente planeado que las circunstancias han
sido previstas con precisión militar, los pretextos son complicados, y todos los ponemos.
Pero seguramente estará pensando en qué clase de predicador creo que soy, ya que siempre hablo (o mejor dicho escribo) con una intensión de profeta de las buenas costumbres.
Si he de ser sincero yo pongo pretextos, y puede ser tan malo como también una fiel muestra de la nobleza que aun tenemos, es algo que no podemos evitar hacer.
Pero seguramente estará pensando en qué clase de predicador creo que soy, ya que siempre hablo (o mejor dicho escribo) con una intensión de profeta de las buenas costumbres.
Si he de ser sincero yo pongo pretextos, y puede ser tan malo como también una fiel muestra de la nobleza que aun tenemos, es algo que no podemos evitar hacer.
Esta vez hablaré de esos pretextos
que complacen, que cuando los recordamos nos brota una picara sonrisa, un
sentimiento de plenitud y que podría hacernos cambiar de la furia a la
cursilería en un autentico acto de bipolaridad.
Hablaré en mi caso, cuando escucho
una canción que me recuerda a ella, si eligiera una, sería Something de los
Beatles, es perfecta para ella, escuchar a Carla Morrison me impulsa a recordar
su sonrisa, sentada en la mesa, cantando “Dejenme Llorar”, con una blusa
amarilla que por estampado tiene un pollo y la leyenda “super chiquen”, con sus
manos en la barbilla sosteniendo su cabeza, con sus cabellos lacios inmóviles,
sus ojos en una mirada perdida en el monitor del ordenador, hay veces, muchas,
en las que me quedo observándola, para eso no tengo pretexto, podría decir que
tiene changos en la cara pero no es bueno para ese momento, en el que hago
fotografías mentales que perdurarán hasta mi ultimo respiro, haciéndome saber
que a esa mujer fuerte, pero que también es sensible debo protegerla.
Otro pretexto que tengo es el de
hacer tiempo cuando sé que está ocupada haciendo tareas, y voy a la sala de
computo de la facultad, para hablarle y pedirle que coma conmigo, o aquel
pretexto de escribir un blog para que ilustre sus textos, o en el que le digo
que quiero tomar un café en algún lugar, para poder verla de frente, con esa
mirada que solamente hace cuando agita ese capuchino del que ya le agarre el
gusto, o el pretexto que sea que me obligue a irme hasta el ultimo momento
posible de su casa, hay un pretexto que me fascina, y que quiero compartir con
usted, tenemos una lista de lugares en los que vale la pena comer y en los que
no volveremos nunca, la verdad es el pretexto para comer en todos lados con
ella, no voy a un lugar nuevo si es que no he ido con ella, es la mujer con la
que quiero formar un futuro, y debo decir que es el pretexto para levantarme
cada mañana, para dormir tranquilo, para ser pleno, es mi pretexto para seguir
adelante, es mi pretexto para escribir, es mi pretexto para tener secretos y
suspiros así mismo es el pretexto que ha logrado modificar algunos hechos en mi
carácter y en lo impulsivo que suelo ser, y ella es mi pretexto, la verdades
que mi pretexto favorito para hacer cualquier cosa es ella, ella es muchas
cosas para mi, sobre todo ese elemento que forma parte primordial en mi vida.
La conocí en la biblioteca de la
preparatoria en la que estudiamos, el pretexto con el que le hablé fue la
recomendación de un libro, el cual no puedo recordar cual es, seguramente uno
de Saramago ya que es y ha sido mi autor favorito, cuando la vi de espaldas sentada en la silla
del ordenador del que era bibliotecario, que por cierto es un gran amigo vestía
un suéter rojo en la cintura, una blusa blanca con líneas amarillas, rojas y
naranjas, sus pantalones eran de mezclilla azul, aún no tenia los braquets que
ya dejó de usar, tenia el cabello mucho más largo y suelto, cuando volteo el
rostro hacia la derecha y me mostró solo esa parte del perfil, pensé que era la
mujer más hermosa del mundo, y lo es, para mi, y eso es lo que me importa. Le
pedí su número telefónico para poder hablarle e invitarla a “La Conga” bar al
que me gustaba ir todos los jueves, nunca fuimos.
Aun puedo recordar que el primer
beso que me dio fue en el segundo teléfono que esta saliendo de esa
preparatoria, en ese momento me disponía a hablarle a un tio con el que
trabajaba ya que teníamos una reunión por la noche.
O una ocasión en la que estaba lloviendo
torrencialmente y nos quedamos con otros dos amigos míos en las escaleras de
las copias platicando de esos temas que no recuerdas pero que si disfrutas.
Otra cosa que recuerdo es cuando
llora, lo roja que se pone, la manera en la que se delinean los canales de sus
mejillas que conducen sus lagrimas a sus
labios, y le dan un sabor mejor al que de por si ya tienen.
Y como pudieron observar este es un
buen ejemplo de pretextos, ya que el pretexto para recordar en este momento
todas estas cosas es que escribo para personas de las que no estoy seguro
cuantos leerán completamente esto que escribo.
Por eso mi querido lector, me
gustaría que pensara en esos pretextos, grandes o pequeños, que más que
pretextos son alcahuetes del amor, que nos obligan a perdonar, a olvidar, a
recordar, a amar, y si es que tiene alguien que sea su pretexto, dígale que lo
es, ya que en esta vida cualquier cosa que no tenga el menor sentido, resulta
que para ese pretexto, es lo único que lo tiene.
Felices
fiestas que se avecinan, y felices cumpleaños para mis amigos que los cumplen,
y seguramente me están leyendo.
Cuídese mucho, nos leemos el otro mes.
juancarlosgalgo@live.com.mx
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