Un pequeño rayo de luz atraviesa el corredor de aquel recinto con olor a sangre, había sido escogido por la sangre que le corre por las venas, sus ancestros eran conocidos por la fiereza con la que se desempeñaban en el coliseo, pero él estaba interesado en ganar ésta faena, si ganaba se haría acreedor de un harem de hembras, seria objeto de fama y fortuna, manjares por el resto de su vida y sería utilizado como semental, era una vida esperada, al final ese era su único propósito en la vida, fue criado para la lucha, para resistir los embates de aquella bestia a la que enfrentaría, bestia adornada con prendas y vítores en apoyo.
La hora de la lucha estaba pronta, por fíat de su entrenador, está cercana la batalla, logra percibir el olor de las bacterias en el piso devorando la sangre de los guerreros que salieron al encuentro antes que él.
Aquellas bestias esperando el espectáculo, y él, el toro, solo esperaba salir avante de la lucha.
Nació para morir, lo supo desde pequeño, era usado por su fiereza, entereza y valor, fue criado para un único ruedo, así ha sido la vida para todos pensó, hoy sería lucido, alabado, admirado, y en el peor de los casos asesinado, al fin y al cabo era mejor morir así que en el rastro.
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